Buscaba un centro de gravedad en el vacío, mientras se preguntaba qué era lo que impedía que su cabeza estallara.
El momento de transición es peor que el desasosiego del instante más sórdido.
Entre el sufrir y la nada, Jacinto elegía sufrir: era ingenuo, pero no pedante.
Peinaba sus canas y sus manías rodeado de rostros que seguramente tendrían nombres y memorias.
Jacinto miraba sin ver, oía sin escuchar; vaya hastío, vaya rabia, vaya desilusión que causa ver el ocaso llegar.
"Me había olvidado de qué va la soledad".
Jacinto cumplía con su rutina impuesta, quién sabe por qué jerarca, probablemente por él mismo.
No pedía nada más que un dulce silencio, el mismo que hoy reprochaba.
A veces tan poco puede ser tanto.
Jacinto participaba de reuniones superficiales, sus huesos se astillaban, su dentadura postiza aumentaba en miembros y las cosas se volvían más y más borrosas, pero el tiempo apremia y quién pudiera sentarse a descansar.
Las contradicciones, las falacias y los desaciertos forman parte de nuestra esencia, aunque a veces sea injusto ser el que tiene que perder.
Vivir en Babel equivale a estar al día.
Vivir sin Nirvana es ser un ciudadano de hoy.
Nadar en mierda, bloquear la percepción, prescindir de la reflexión, anular la expresión.
¿Cuántos Jacintos quedan en la colectora?
(Imagen: Escultura "Viejo Sentado" Manuel Dominguez Guerra - www.guerrarte.com)
Muy buenoooo belu...!!!
ResponderEliminar"...Vivir sin Nirvana es ser un ciudadano de hoy.."
Tal cual.
Te felicito y segui dandole para adelante porque sos muy buena en lo que haces...!
Saludos
Agraya