martes, 17 de julio de 2007

CARENCIA

¿Por qué estoy aqui sentada, frente a este papel,
rendida ante sus renglones dictadores
que me indican como mantener una línea?
¿Por qué insisto en encontrarme a mí o a tí
como una revelación detrás de palabras insulsas?



Perder la conciencia es muy facil en esta ciudad de narcóticos.
Yo sigo eligiendo perderla a mi manera.
Sólo pido que se alejen los renglones, tiranos renglones.
Prefiero el zig zag, que no es lo mismo que decir curva.


Pitillos se consumen en mis labios,
quiero creer que no me convertí en un lugar común.
Pitillos y humo blanco,
mientras aguardo inspiración... ¿debo preocuparme por su tardanza?
¿Por qué me obstino en empezar siempre de nuevo?
Hoja en blanco, cada vez. Y renglones que me suprimen.

Ayer compré un nuevo cuaderno... con renglones.
Hasta yo misma me sorprendo a veces.
Renglones fijos, fuertes, imponentes.
¿Será que la gente cambia o se acostumbra?
Mi mente se enciende, ¿acaso una idea?
Maldita simpleza, execrable clishé,
solo puedo decir... “te extraño”.

AL FINAL, EL FIN

He pensado un poco en todo esto,
asumo que aún pienso,
a pesar de tu necia forma de evitarlo.
Y en este ir y venir por senderos y atajos,
comprendí que no hay violencia peor que la del desamor.
Tiranía de sábanas, dictadura de besos
y de miradas, sin sonrisas.
Que aquí no hay lugar para el amor.
Eras tan poco hombre que feliz danzaba en tus caricias.
Pero el tiempo demostró que sos tan hombre como todos los demás.

He pensado en que quizás comencé a despedirte el día en que te conocí.
Intento comprender el por qué de tu atractivo,
pero no hay escuela que eduque a no idealizarte.
Represión de mariposas, toque de queda para el amor,
que aquí no caben lágrimas.
Eras tan sincero que creí en tus mentiras,
pero el tiempo demostró qué clase de sinceridad escondías.
Y al final, el fin.
Diluído en horas desesperanzadas, el fin.
Adios, mercenario de sueños.

viernes, 6 de julio de 2007

LUCHA DE PARPADOS

Faena que obliga a mantener mis pupilas de pie.
Perezosos párpados que no quieren hacer el mismo esfuerzo.
La luna cambia, al compás del tiempo,
como todos, tiene sus días:
a veces, arrogante muestra su celulitis,
otras, tímida se esconde vaya a saber en qué lugar.
Hoy llueve,
o quizás lo imagino,
perdí la noción de lo que era ser normal.
El ordenador me recuerda que aquí está prohibido soñar.

Pero soy rebelde,
o alguna vez lo fui,
y me pierdo allí, en mi tesoro.
Aquí quiero encontrarte,
hoy te invito a ser mi huésped.
Pensar,
quizás de ilusa,
que vos estás mirando la misma luna.
Mi risa no es descaro,
esta noche es sólo nuestra y de ninguno de los dos.
Caigo en la cuenta,
ring de vigilia podrida,
“Buenas noches, en seguida lo que pide, señor”.
Me pregunto, en silencio, claro está,
quién lo ha dejado entrometerse así.
No puedo despedirte,
o no quiero, que es lo mismo.
Sigo pensando en tu hasta luego.
Me acomodo, como puedo
que esto no es un catre,
ni una nube.
Navego en mares de información vacía.
Quizás este sea el método de vencer a mis párpados insolentes.
Titulares de ayer que se repiten como si el tiempo nunca pasara.
¿Acaso en la pampa el tiempo no vuela?
Qué presión ser luna en aquellos paisajes de miseria.
¿Escapo de soñarte, acaso?
Párpados, ayúdenme, que mañana hay que seguir.
Vaya testarudos resultaron:
discusiones de pupilas y párpados.
Y otra vez contigo,
o sin tí, que es lo mismo.
Otro ring compulsivo y estridente,
faena maldita... o cómplice, en esta noche gris.


HIPOTESIS DE LA ORUGA

La hipótesis que sigue a continuación no ha sido correctamente justificada bajo las reglas del método científico de investigación (si éste tiene algun sentido), pero sí ha sido comprobado mediante la observación detallada del comportamiento del ser vivo que nos compete (si detallada puede ser mi observación).
Pensemos en una oruga. Al decirlo, debo comenzar con las explicaciones, con lo tedioso que esto se vuelve para el orador y el auditorio: cuando hablo de “oruga”, me refiero a una oruga y con esto queda excluído cualquier intento Kafkiano. Digo “oruga” para semioticamente referirme a una oruga. Cuando escuchen “oruga” no hay doble sentido, quiero decir. Hay uno sólo, que no es el literal, si no esta exposición ya no tendría sentido. Para terminar con todo formalismo previo, aclaro que si algún despistado aun no encontró el hilo conductor de mis palabras, que prenda la televisión, ese buen paisano, en cualquier punto del mapa, y habrá sin duda alguna, un segmento digno de su amable atención.
Ahora sí, queridos oyentes, pensemos en una oruga. No en lo asqueroso de su jugo, sino en la potencia de su futuro. Sabe que será mariposa algún día. ¿Lo sabe? ¿Cuál es la lógica que la empuja a esperar? ¿Cómo no muere de desesperación? Me inclino a pensar que la oruga no sabe que será mariposa. Quizás lo sueñe, lo intuya, lo desee, lo sienta en el movimiento convulso de sus extremidades. Pero no tiene la certeza. Y si alguien me contradice (hay que estar siempre abierto al debate), que me explique también por qué no existen orugas suicidas, orugas esquizofrénicas, orugas depresivas, y ya que estamos, orugas psiquiatras, orugas freudianas, orugas lacanianas y toda esa pabada que ha contaminado mi ciudad.
Pensemos en una oruga, pues. No en la biscosidad de su jugo, sino en la belleza de su espera. A veces es difícil poder admirar lo evidente. Pero tengo la certeza de que un público entrenado podrá captar la simpleza de mis palabras.
Volvamos a la oruga y su espera. Quiero creer que la oruga sueña. En el letargo de la espera, la oruga sueña. Imagina volar, seguramente. Imagina construir alguna técnica infalible que la conecte de su rama a la siguiente. Contamos también con orugas más osadas, que piensan en ramas más lejanas. Peco de romántica y pienso en la oruga mirando una flor, que está tan cerca, tan lejos. La veo admirando el aroma, intoxicándose en su polen. La entiendo a la oruga cuando crea realidades en las cuales ya no es oruga, sino ave, mamífero, o alguna otra especie que no tiene sentido detallar aquí. Todo depende de la oruga en cuestión, claro está, que algunas sueñan diferente. Qué aburrido sería si todas las orugas soñaran con el mismo porvenir. No es cuestión minimizar el asunto (si me permiten un comentario al pie de página), porque esta es una evidencia sorprendente de que no todas las especies han sido invadidas por la vorágine de la mediocridad, de los sueños estandarizados, de los esteriotipos inalcanzables, de la igualdad no por igualdad sino por funcionalidad. Pero este es otro capítulo, que sin dudas podriamos discutir, pero el tiempo es tirano.
Mejor, retomemos nuestra línea en esta noche y pensemos en una oruga. No en la acidez de su jugo, sino en el brillo de su mirada. Que no necesitamos microscopios para admirarlo (soy una de esas pocas personas que aún creen en la honestidad de los sentidos). La oruga mira y admira. Todo lo recorre a partir de su mirada. Crea lazos con sus pares, seguramente así lo sea. Pensar que un día su vecina ya no estará. ¿Qué conclusiones sacaría la oruga? ¿Qué posibilidades hay de que la oruga piense en la muerte? Convengamos que no hay teoría científica que nos diga que la oruga siente soledad. Pero sí podemos construir teorías poéticas en donde las gotas de lluvia no sean de lluvia sino lágrimas de orugas solitarias. Pero tampoco me convence el sentimentalismo barato.
Pensemos en una oruga. No en el desprestigio de su jugo, sino en su próxima liberación, si cabe tal palabra mundana (y humana) al momento en que la oruga por fin desplega sus alas. Tratemos de sentir ese momento único y celestial. Claro está que algunos miembros de este auditorio desacuerdan con mi teoría... y no dudo de que otros averiguan un hospicio saludable para mí. Sin embargo, quiero creer que alguien debe haber, aquí o en otro lugar, que pueda admirar lo que yo admiro (si no lo creyera así, en vano sería vivir). Alguien comprenderá, como yo, ese instante mágico, ese primer aleteo de la mariposa, que fue alguna vez oruga, con todo lo que ello implica y que no volveremos a redundar.
Esa oruga que quiso, que trató, que hipotetizó, que soñó, que desesperó, que volvió a intentarlo, que se desilusionó, que conjuró, que prefirió, que amó... Esa oruga, un día como cualquier otro de los tantos que nos aploman y robotizan, un día, la oruga pudo. Y voló. Llegó a aquella flor de antaño. Y palpó sus pétalos, sintió su aroma, se intoxicó en su polen. Y ya que estaba, voló a otra flor. Y a otra más.
Esa ex oruga debe haber reido. Calculo que sintió (como sólo unos pocos afortunados) lo que es la felicidad, la auténtica, la de las cosas esenciales.
El final es alevoso. A esta altura me sorprende que no se les presente evidente. Cuando la ex oruga lo probó todo, lo sintió todo, lo palpó todo, lo vivió todo, se tiró a descansar, exhausta. Y ya que estaba, decidió descansar eternamente, con el recuerdo de todo aquello que había experimentado.
Pobres idiotas los que se lamentan cuando ven por la TV, sentados en el claustro de sus dormitorios (pochoclos en mano, los golosos) algún documental aburrido que nos “educa” acerca de “la corta vida de las mariposas”.


(NO) HAY DISTANCIAS

¿Qué es la distancia, sino, más que una ruta por recorrer?
Hablo de tiempo y de lugar, aunque sean simplezas:
que no existe un tiempo más venerable que el hoy,
que no comprendo un lugar más sabroso que el aquí.

Hoy existo tal como mis arterias lo dictaminan.
Y es aquí que me veo, te veo, los veo.
A veces, orgullosa de sentirlo, peco de egoísmo.
No hay distancia que erice mis tripas tanto como para no intentarlo.
No hay trecho que asuste mi hambre de exploración.
Paisajes que mi mente no imagina y que mis ojos lucharán por retener,
para contarles, de mi, de vos, de ustedes.
Recorridos que mis pies harán detrás de una sombra luminosa
que es la mía, la tuya, la de ustedes.
Si yo no fui quien dijo adiós,
por qué hoy soy quien arma las valijas.
Despedida que no es tal,
bienvenida que espero así lo sea.
No me llores que hoy hay fiesta: hoy sí que no hay motivos de zozobra.
El destino, si es que existe, nos aplaude
porque no hay un mayo mejor que el que se festeja.
Y he dicho distancia para que lo entiendas:
que no es tan difícil escucharme/te decir adiós,
si llegamos a un acuerdo en entender por adiós la misma cuestión.
Que mi adiós es un réquiem para los ocasos grises del ayer.
Y tu adiós debería ser un abrazo que todo lo cobije.
Tus lágrimas sobran si descubres ese velo que no te permite ver lo tan simple:
¡estas alas han volado tan cerca de tu nido!
Y distancia no es distancia si llegamos al consenso
de compartir todo lo mío y no hablo de sustancias (¿cuándo hablé de material?)
sino de mis ansías, de mis sueños, de mis líos.
Que yo mamé tu fuerza y crecí con tus sacudidas
Y si cabrona me has hecho,
y si testaruda lo soy,
y si no hay mal que por bien no venga,
gracias, digo, al fin y al cabo
que esta libertad, que egoísta escondo,
no es otra cosa que el resultado de tu producción.

MINUTOS EN LA MADRUGADA

Las horas no pasan. El maldito reloj parece estancado. ¿Acaso soy yo que no quiere que llegue la mañana? Debería aprender que tus disculpas son efímeras. Un discurso armado, bajo las perfectas reglas de la retórica. Persuadir, convencer. Tic-tac. Persuadir, convencer. Tic-tac.
Al fin y al cabo, soy yo la culpable. Y pensar que alguna vez creí en tu arco iris monocromático, en tus dotes de actor, en tu mirada de estrella en decadencia, en el movimiento armónico de tus abrazos y en tus palabras saladas, dulces y sinsabor. ¿Por qué pierdo el sueño pensando en esto?
Tic-tac, tic-tac. Te veo dormir y entiendo tu confusión. ¿Son tus ronquidos parte de tu personalidad? ¿Te permiten soñar? ¿Por ellos tu racionalidad, cuadrada, predecible? Tus ronquidos… sonidos ensordecedores, graves, que callan y vuelven a sonar en una perfecta ecuación. Me asfixian tus ruidos, mucho más que el reloj. Quisiera ser capaz de comprenderlos, pero son ilegibles. ¿Tienen algún significado? ¿Existe alguien en el mundo que los entienda?
Quiero dormir, maldito tic-tac. El sonámbulo entiende de cosas que el mediocre no imagina. Es increíble que la mente humana pueda alcanzar niveles tan insólitos de boludez. Como yo, esta noche: discuto con tus ronquidos. Me enojo con tu tranquilidad al dormir. Me indigna tu baba sobre la almohada. Me encolera pensar que no soñás conmigo. Y el reloj me persigue. No caben dudas: se divierte con mi desesperación. Reivindica tu inocencia al dormir a través de su tic-tac. Una vez más, soy yo la histérica de la historia. El reloj me intimida, no voy a despertarte para hacer el amor. Tic-tac, ronquidos de cerdo.
Me abrazo a tu espalda con odio, lo juro. Te huelo. Te siento. Recorro con mis dedos tus gotas de sudor. Si pudiera rebelarme contra tus cadenas y mostrarte que mis alas tienen ganas de volar. No puedo evitar sentir ese cosquilleo insoportable del amor. Qué idiota, el reloj y yo. Aunque nos enfrentemos, te vas a ir. Y vas a volver. No es necesario consultar a una tarotista para saberlo. Lo puedo ver con claridad: vas a volver, te voy a perdonar. Qué predecible, que aburrida me volví a tu lado. Quizás todavía no aprendí la lección. Necesito que vuelvas a refregarme en la cara tus disculpas rutinarias, para volver a sentirme miserable e invitarte una vez más a mi guarida donde alguna vez soñé que podía hacerte entrar. Te vas a ir, te voy a perdonar. Tomar la decisión no es tan difícil como respetarla.
Te vas a ir, te voy a perdonar. Me vas a dibujar un cielo que voy a comprar, lleno de estrellas. Y volar sobre ellas. Cursilerías. Tic-tac, tic-tac. Debería dormir y dejar de pensar estupideces. Si pensara de nuevo, o dejara de pensar, me daría cuenta de que soy más que un pedazo de tu cielo. El no dormir crea en mí conflictos que creía enterrados, derrotados. Noctámbula, vagabunda de la imaginación. ¿Para qué dormir si hasta en los sueños me invadís?
Malditas agujas, maldito reloj, vas a despertar. Con que claridad veo todo y sin embargo, soy incapaz, inerme, incompetente, necia... cuántos adjetivos me caben esta noche.
Cuando despiertes, voy a sentir tu bálsamo de macho encelado en mi piel y otra vez voy a pensar que valió la pena. Serán dos segundos, tres, quizás, de letargo de enamorada, hasta que los golpes violentos de sístole y diástole me devuelvan a la realidad de saber que te fuiste.
Mejor me callo, mejor me callo. Siempre me callo. Decido que te vayas. No te vayas, decido que te quedes. ¿Qué importancia tiene mi decisión en esta historia? Mejor me callo. Idiota por creer que esa es la manera de atraparte. Idiota por haberte invitado a mi mundo. Idiota por querer invitarte mil noches más.
Minutos que pasan, se van, vuelan. Las agujas del reloj se clavan en mi piel profundo, punzante. ¿Cuántos segundos forman una hora? ¿Cuántas palabras debo decirte para que me escuches? Maldigo ser sonámbula a tu lado. Maldigo el odio al reloj. Culpable o inocente, lo odio.
Te movés, abrís tus ojos negros. Me sonreís. ¿Querés un café antes de irte?


(Imagen: "La persistencia de la memoria" Salvador Dalí)

LOS INVENCIDOS

Mirá cómo se me fue la vida perdiendo el tiempo en estas porquerías. Y pensar que un día tuve un sueño, pero lo perdí debajo de este pavimento.
Mirá el ejemplo de un desesperado, de un tipo que un día pensó en grandes proyectos pero se contentó con comer de vez en cuando.
Mirá el reflejo de un hombre muy cansado que ya no sabe que hacer con sus reclamos.
Y no te rías, porque al final del cuento, sos como yo, sos uno más en este infierno.
Si como yo, sufrís de la pobreza,
si llegás a ver la mirada del que no tiene,
si la injusticia reiterada no te vence,
si seguís luchando por un pan como poca miga,
gritá conmigo, aunque sea un grito mudo.
Y pensar que allá lejos hubo fundadores que vieron en ésta, una tierra de esperanzas.
Hoy en día nos han robado todo, ya ni siquiera la memoria nos alcanza.
Una oda para aquellos invencidos, que descreyeron del poder y del dinero.
Han demostrado que hay un mundo diferente al de los cerdos.
Tranquilo, hermano, que la llama no se apague. Hoy de nosotros depende la revancha.
Desprendete de esas sustancias que te infectan de toda mierda del sistema.
Mirá cómo en ésta, nuestra tierra, el desempleo y la misera un día de estos,
se desvanezcan al verse al fin vencidas por nuestras manos, ampolladas pero unidas.
Si como yo, sufrís de la pobreza.
Si llegás a ver la mirada del que no tiene
Si la injusticia reiterada no te vence
Si seguís luchando por un pan como poca miga,
Gritá conmigo, aunque sea un grito mudo.
Un grito mudo. Mudo.


LA COMMEDIA DELL´ARTE

Qué superfluo es escribirte una y mil líneas en momentos de ensayo.
Quizás no haya personaje para mí en esta commedia dell´arte.
No aprendí qué es un arquetipo y

no pude satisfacerte en tu talento de director/actor.
Y es que no sé improvisar cuando tus pupilas dilatadas me sulfuran.
¿Por qué siempre respirás ese aire viciado de melancolías y bacterias?
No sos el peor por haber sufrido más.
¿Por qué siempre lo respiro yo?
No soy perdedora por haber perdido ayer.
Soy realista cuando te digo que no hay realidad, sólo escenarios.
Quizás mi extravagancia sea producto de mi imaginación
y en realidad, sea un tornillo, tan útil como todos los demás.
Un arquetipo, ahora que me mostraste lo que es.
Y yo que creía en la autonomía de mi ego…
Quizás hoy me inmole frente a tu mirada fascista
para demostrarte/me qué hay dentro de mis entrañas
(más que huesos, más que palabras, más).
Quizás, pronto, algún día, disfrute de la función de feria,
de los pierrots, los arlequines, las colombinas y demás.
Y hasta disfrute de verte, tiempo después: estás tan igual, tan mierda.
Soy exigente, no te pido nada más que una mirada.
Soy impuntual a la hora de tomar decisiones.
Soy difícil, de tan simple.
Quizás muera, seguramente, a todos nos llega.
Intuyo que no me corresponde sufrirte eternamente.
Voy a morir y descubrir que todo es perecedero, extinguible, mundano
(Líneas que no llegarán a tu guión. Lágrimas que no son de utilería).
Hasta tu extraordinaria puesta en escena lo será.
Quizás comprenda que vos también lo sos, aunque no puedo asegurarlo.
Quizás, subido al escenario, disfrazado, emplumado,
maquillado, listo para la acción,
descubra tu verdadero yo. ¿Existe tal yo?
De todo el catálogo de caretas, ¿cuál fue la que compré?
Quizá cuando se apague la luz de la sala,
y un reflector ilumine tus arrugas degeneradas,
desde mi butaca, sola, en paz o en guerra,
con decenas de filas de asientos que me separen de tu humanidad,
quizás, sólo quizás, no tiene sentido garantizarlo,
disfrute del show, de tus caprichos aniñados y tu galanteo impasible.
Soy idiota cuando te echo la culpa de todo.
Soy (in)conciente, no te rías de mis miserias.
Soy testaruda, de tan tolerante.
Quizás mañana, o pasado (necesito una cuota importante de segundos)
ya no te recuerde, Arlequín, tus gracias, tus trucos, tu tristeza.
Y reír en la madrugada de estas palabras, tan saladas, tan dulces.
Como siempre, quizás.
¿Qué papel conseguí en tu magnifica obra?
Nada puedo asegurar hasta que se abra el telón y vuelva a reencontrarme
con el diablo que se esconde bajo máscara de ángel o
el ángel que se esconde bajo máscara de monstruo.
¿Acaso hay alguna diferencia?
No tiene sentido que nos pongamos exigentes
en el uso de las palabras arquetípicas,
menos aún cuando está por comenzar tu función.


LA PUTA DEL REY

Retomar el vacío de una hoja en blanco, esta vez, por ser la puta del rey.
Sentir que todo o nada vale la pena, es lo mismo cuando se siente vacío al despertar.
El rey era dueño de las caricias más peligrosas.
Era maestro y guía en el arte de la perdición.
Sabía manejar a su antojo sus dotes de pintor surrealista sobre cada recoveco de la puta. Pero esa noche, la última noche, esos garabatos de pulgar y de índice parecían
más afilados, mas decididos, más terminales.
El rey no mentía, o quizás sí.
Era lo mismo para su puta y para aquel dolor.
Las reglas estaban puestas hace tiempo, aunque nadie las entendía.
"Rey, dígame algo, no me clave el puñal de su mirada.
Olvídese de todo y sea mío esta noche".
La puta lo sabía todo, pero no entendía nada. Era sólo el espejo de las circunstancias.
La puta entendía que era dueña de su sexo,
pero qué sentido tenía si estaba tan lejos de su corazón...
Qué sentido tenía tratar de comprender, ¿acaso había algo que comprender?
Para qué entender, si ella misma había insistido en jugar a ser la puta herida.
Los por qué, los para qué, los silencios largos y devastadores,
la mirada del rey pseudohumano, el punto máximo del placer y la angustia,
el amor, el odio, el bosquejo de la reina, tan distinta o tan igual a la puta de aquel rey.
Acabada la paciencia, derrotada la luna ante las insistencias del Sol,
unidos en transpiración y en semen, el rey terminó de mostrarse compasivo,
al sacarse su disfraz y volver a la hipocresía de su vigilia.
La puta intentó seguir sus consejos o dar algún paso sola con sus piernas entumecidas,
para dejar de ser la puta. Pero de nada sirvieron tantas palabras al aire
si solamente una caricia bastaba para hacerlas desvanecer.
El corazón de la puta había sido derrotado ante los encantos de su rey.
Ella siguió eligiendo ser puta, la puta del rey.


(Imagen: "Espalda desnuda de una mujer sentada" Diego Rivera)