viernes, 28 de septiembre de 2007

DEL ASTURIANO Y DE MI

Entre una cosa y otra,
entre una luna ovalada y un sol de otoño,
entre la anarquía de mi habitación y el desorden de mi conciencia,
entre mis ropas nuevas y mi piel añeja,
allí, en el medio, en el “que algo he recorrido pero me falta tanto para llegar”,

en el trance de no decidir más que el estar vivo,
allí, anhelo encontrarme contigo.
Esta noche quiero ser tu suspiro,
para prenderme en tu alma y pasar por tu boca

dejando un sabor amargo aunque atractivo en esos labios despiadados.
Hasta llegué a pensar, egoísta y despechada, que hasta tu angustia me gustaría ser.
Una angustia profunda, que vive en tí.
Mi abstinencia me lleva a soñarte en la lujuria de
aquellas noches de verano
en las que el calor de tu habitación nos hundía en transpiración.
La Avenida devolvía ruidos cómplices,
para que no abriéramos la ventana, no, nada podía escapar de allí.
Extraño el eterno viaje a tu encuentro, sumida en canciones de Sabina,
mareada por las 500 vueltas del 19

y perdiendo apuestas por mensajes de texto.
Extraño admirar el brillo de tus palabras y el enriedo de tus argumentos.
Extraño respirar el humo de tus eternos pitillos.
Extraño el quejido de tu voz ronca y de tu cuello ortopédico.
Extraño sentirte lejano y arrogante después del placer.
Coño, pensar que te extraño sólo porque no estás.
Ni siquiera sé si es a tí a quién extraño,
¿qué verdad sirviera para acallar este recuerdo?

Imagen: "¿Cuál es la verdad?" Ma. Belén Pérez Lamas

lunes, 24 de septiembre de 2007

¿¿??

Preguntas, sólo preguntas.
¿Cuántas incógnitas hasta alguna respuesta?
Quiero creer que después del silencio hay una palabra, tan sólo una, cualquiera sea.

Pido una tregua; no estoy vencida (no va conmigo), pero quisiera un abrazo de mi vieja.
No hay tregua, aquí no la hay. Las preguntas saben de estrategias y atacan por todos los costados. Aquí, en mi trinchera, poco puedo hacer. No puedo asumir que no tengo salida.
Debería buscar alguna forma de avanzar, sorprenderlas por la espalda. Malditas preguntas, esta guerra no está perdida.

Perdí mis ánimos, no tengo ganas de combatir.
Perdí mi compromiso, el que alguna vez me hizo creer en algo.
Perdí mi sexualidad, me olvidé de que soy una mujer (¿qué es un orgasmo?).
Perdí mi inspiración, ya no sé escribir, ya no sé hacerlo.

Ahora soy abstracta. Soy una roca, puedo ver cómo el agua corre por mi cuerpo sin sentir absolutamente nada. Soy indefinida. Soy "lo". Soy poco, soy nada.
No alcanzo el aquí, no llego al allí. Nebulosa, trance.
Tengo recuerdos de cosas que no sé si pasaron o si sólo las deseé.
¿Cuándo fue la última vez que hicimos el amor?

Máquina del tiempo, yo. Creía que era parte de toda la farsa, ahora lo dudo.
¿Qué hago? ¿A dónde voy? ¿Quién soy?
¡Preguntas, un descanso, por favor!


lunes, 17 de septiembre de 2007

CON EL PIE IZQUIERDO

Estoy sola. Ni tu recuerdo me hace compañía.
No hay nadie. No veo a nadie. No siento a nadie.
Hay unas rallas, no voy a tomarlas.
Busco un refugio, ¿mi cama? Mejor no: la muy psicópata tiende a deprimirme.
Estoy sola. ¿Dónde se fue todo el mundo?
Miro por la ventana, no hay alma perdida que deambule por ahí.

Me concentro. Vení a salvarme, por favor.
Mi pie izquierdo se ríe de mí.
"¿Creías que estabas salvada de la soledad?"
Estoy sola. ¿Dónde diablos te has metido, alma resentida?
"Vamos, convéncete, esas lágrimas no son de alegría".
Quizás un descanso me vendría bien,
pero tengo miedo de tentarme y quedarme a vivir en sueños.
"¿Qué necesitas para aceptarlo? Soledad, soledad, soledad".
Añoro el bullicio de Corrientes y Callao.

Extraño tu piel, tu aroma, tus caricias forzadas.
Mierda, creí que estaba salvada de la soledad,
pero no voy a decírselo, maldito pie,
sino pensará que mañana volveré a arrancar con él.


Imagen: "Mi pie izquierdo" Ma. Belén Pérez Lamas.

sábado, 15 de septiembre de 2007

(SIMPLE) HOMENAJE

Tengo que reconocer que pensaba que ya no volvería este momento.
Cualquier migaja es relleno cuando no hay con que desayunar.
Si lo pienso podría decir que desde Octubre Ivan el Terrible no visita mi habitación.
Casi estaba derrotada por la fuerza del viento, más bien del huracán. Maldita interferencia de la medianoche.
Hoy me has dado una sorpresa, aunque dudo que lo sepas.
¡Viva Méjico y su guacamole! La huelga comenzó el día que te iluminaste.

Algo en mí ha vuelto a renacer.
Estoy viva, puedo pellizcarme,
hasta estoy entusiasmada con un amor sentimental.
Estoy viva, puedo sentirlo,
sigo eligiendo lo que antes de ayer elegí.
Porque no hay Odessa que se resista a tu revolución.

Debo confesarte que hasta pude emocionarme,
carne podrida, madre desesperada y gritos de dolor.
Cuánto hacia que no recorría tu Potemkin.
Cuánto hacia que no tenía el tiempo de disfrutarlo.
Cuánto hacía que no lo hacía.
Recambio de baterias.
Gracias.


(Imagen: Sergei Eisenstein por la revista Rusa "Art of Cinema")


jueves, 13 de septiembre de 2007

CATARSIS TERAPEUTICA

Cada suspiro tiene su razón. Así lo creo y así lo practico.
Podría decir que hoy no tengo ni ganas de escribir,

hasta encuentro el mate amargo.

¿Dónde cuernos escondí mis anhelos?
No me persigas, no lo hagas. Dejame respirar de vos y de tu mierda.


Cada suspiro tiene su razón. Así lo creo y así lo practico.
Lennon entona melodías en son de la paz dentro de mi ordenador.
Quisiera poder dedicarme a encontrar la mia,

pero hay tantas distracciones que es difícil encontrar un equilibrio.
¿Cuándo me convertí en una sombra?

Cada suspiro tiene su razón. Así lo creo y así lo practico.
No tengo más cigarrillos. No tengo ganas de ir a por ellos.
Maldito Lennon, qué bien lo hace.
Hay días en que uno prefería estar bajo tierra.


Cada suspiro tiene su razón. Así lo creía y así lo practicaba.

(Imagen: "El grito" Eduard Munch)

INVASIONES BARBARAS


¿Existe un punto del mapa en el que ya no esté tu presencia?
Un espacio, una isla, una comarca, aunque sea un pedacito de suelo.
No pido tanto, ¿o acaso te parece demasiado?
Pongo en limpio mi petición a ver si podemos llegar a un acuerdo:
Dame un día, una hora, un minuto, un segundo siquiera
sin atacarme el corazón.
(Imagen: Escultura "El beso" Auguste Rodin)

AIRES DE GIRONA

Vías recorren paisajes secretos. Sus misterios y silencios me abrazan. Ya están dentro de mí, no lo puedo evitar: hoy mis inexpertos ojos no descansarán, belleza por doquier para admirar. Esto es España, o lo que me deja conocer. Salgo a la ruta a ver si el deambular por nuevos horizontes ayuda a desatar este nudo que aprieta y no se deja vencer.
El tren avanza más rápido de lo que me gustaría. No puedo conectar ideas e imágenes en flashes de segundos. Debe ser culpa de mi incorruptible cruzada contra la televisión. Ya perdí noción de dónde estoy y esa bendita voz en catalán no se comporta demasiado amigable. ¿Cómo dijo que se llamaba el pueblo de recién?
Llego a destino, no podía ser eterno este trayecto: mis gluteos, eternamente agradecidos.
Deambulo en un barrio judío de antaño. Descubro un museo que pareciera haber sido diseñado exclusivamente para mí. Cruzo un río protegido por casitas de colores alegres. Atravieso una muralla larga y desteñida. Visito una catedral tan gótica e imponente que casi asusta. En fin, turismo.
Cansada ante el fulminante sol de agosto, en este domingo de pensamientos y recuerdos, me siento en una piedra a descansar la vista, las piernas y la cabeza, que como siempre, no tiene entreacto.

Aunque trate de que hoy, tan sólo hoy, no sea así, de nuevo la efervescencia de las ideas. Me pregunto que republicano se habrá escondido en este polvo, el mismo que mis sandalias de feria de Recoleta pisan tantos años después.
Pueblo que ha sido dañado ante nefastas guerras y eternas dictaduras y sin embargo, hoy, sus montañas me sonríen. Sus vecinos me sonríen. Sus ruinas me sonreín. Sus banderas me sonríen... tan buena acogida termina por llevarme a la incomodidad. No me gusta ser visita, no me gusta ser turista, no me gusta ser gringo.
Sigo recorriendo. Esta fachada debe tener por lo menos 150 años. Probablemente mi cálculo sea rídiculo, nunca fui buena con las matemáticas. Sus rocas están erosionadas por el viento, los años y las lágrimas. Ese agujero parece ser el recuerdo de una guerra. La historia está aquí, en cada recoveco. Me pregunto si la gente comprende la envergadura y trascendencia de estos simbolos, más que pintorezcos, más que decorativos, mucho más. Si me concentro puedo escuchar aquellos gritos de dolor y convicción. ¿No lo oyen los demás? Hay quienes deciden alucinarse ante el encanto del viaje de placer: como esta pareja de franceses que se intercambia su cámara digital. Un flash, sonrisa de postal de aficionado y a seguir caminando. Los imagino, ya en el calor de su hogar, borrando estas imágenes por no recordar a qué pueblo pertenecían. Qué lástima que así sea.
Hago una prueba barata e intento hacer lo mismo. Me acerco a un chaval que fuma en un umbral: ¿podrías tomarme una fotografía? Puedo oler sus malas intenciones: los humanos, como los animales, destilan olor a excitación. El alzado se comporta noblemente al dominar su pulsión sexual y sólo dedicarme una sonrisa. Podría jurar que no me miró las tetas. Una transacción de sonrisas y una foto más en mi poder. Me pregunto si yo también terminaré borrándola. Me angustio de sólo imaginarlo.
Ya es tarde y debo apresurarme para tomar el último tren, no sin antes despedirme de este paisaje, de este río, de esta plaza, de este guerrillero. Agradezco una vez más el vivir en Valencia, no ciudad, sino la nube. Sonrío al imaginar a mi republicano agazapado, abrigado por la fuerza de sus convicciones. No sabes cuánto te respeto, guerrillero. Dichoso el mundo, por contar con gente que tiene el coraje de decidirse.


(Imagen: "Aires de Girona" Ma. Belén Pérez Lamas)

sábado, 8 de septiembre de 2007

DE CÓMO ME VUELVO LOCA

Son las 8 de la mañana, o por lo menos es con lo que el reloj amenaza. Hay un poco de bruma, sí, pero eso no quita el tener la certeza de que hoy será un día tan estival como el de ayer. Calor, sudor y un poco de agua bien fresca. Camino desde la cárcel hasta mi refugio. Son sólo unos metros, tampoco es tan terrible. Lo importante es no perder este estado de semi-conciencia.
Creo que el señor de camiseta rosa me confundió con un zombie. Quise intentar una sonrisa, para tranquilizarlo, pero no tengo ganas ni tiempo para perder en cortesías. Evidentemente, el amanerado entendió mi desprecio, porque acelero el paso y hasta creí escuchar un murmullo despectivo.
Sigo en pie de guerra, aunque mis músculos piden un relajo. Voy caminando estos metros que se han transformado en millas. Intento tranquilizarme: es mi imaginación, la falta de sueño... aunque me pregunto cómo mi mente todavía tiene ganas de jugarme estos reveses.
Casi en la esquina me atropella un ciclista. ¡El colmo! Tengo que escuchar sus regaños por caminar sobre la bicisenda.
"Tiene razón, señor, le pido disculpas, es que..." ¿Soy idiota, acaso? ¿Iba a explicarle que estoy sin dormir? ¿Qué seguiría después? ¿Un monólogo aburrido sobre mi trabajo, la cantidad de horas, la atención telefónica y sus efectos colaterales y bla bla bla bla bla? ¿Cómo puede ser que siga frente a este calvo escuchando sus insultos en correcto castellano de la Real Academia Española? ¡Gilipollas eres tu, cabrón! Lo pensé, no lo dije. Al fin y al cabo, el calvo tiene razón.
"Sí, lo sé, señor. Le pido disculpas nuevamente".
Emprendo la marcha no sin antes escuchar un comentario un tanto inentendible: "¡Argentina tenía que hacer, me cago en la puta!". ¿Qué quiere decir eso? Debería haberselo preguntado. Me conozco muy bien: ahora voy a malgastar neuronas en sacar mis propias conclusiones: A los Argentinos nos quieren hasta que no nos quieren. Quiero decir, siempre hay algo que lo tire todo por la borda. De un momento a otro pasamos del argentino simpático, trabajador, educado al estereotipo del porteño: cagador, infiel, canchero y más. Conclusiones de sonámbula, sepan disculpar.
¿Cuánto falta para llegar a casa? En principio eran dos calles, ahora parecen que se han multiplicado. En Barcelona abundan las construcciones. Se trata de una ciudad en constante construcción... ¿quién sabe si en esta noche agregaron dos manzanas en este trayecto que tanto camino? No, no puede ser. Creo que empecé a soñar. ¿Por qué nunca sueño con colores alegres?
Allí está: ese es mi edificio. Me desborda el buen humor y hasta me desafío: ¿a ver, Belén, cuántos pasos faltan para llegar? ¡30! ¡No, no, 38! Pierdo, como siempre. Faltaban 46.
Entro despacio, sigilosa. No quiero despertar a nadie. Coño, me esfuerzo por ser buena persona. La tentación está a la vuelta de la esquina. En general caigo, me gustan los excesos. Prendo la luz del palier y me encuentro con la portera. Mis planes macabros se tiran por la borda: planeaba tocar el timbre de auxilio del ascensor... quizás lograría despertar al maldito vecino del quinto, el mismo que pasa sus días y noches martillando. ¿Remodela su piso o es un psicópata con un martillo en su poder? Nunca lo sabré. No creo tomar el coraje de por fin tocarle el timbre para gritarle desquiciadamente que se calle. Soy escorpiana y toda la vida cargué con esa responsabilidad. Carácter no me falta, dicen. Pero no tengo la valentía de enfrentarme a un lunático con un martillo en su poder.
"Buen día".
"Buen día, señora".
Contesto mecánicamente, porque, en realidad, no se qué tiene de día y no sé qué tiene de bueno. Pero pobre portera, no tiene la culpa de toparse conmigo esta "mañana".
Subo al ascensor. Toco el botón del ático. Me pongo de mal humor. Si fuera por la escalera llegaría más rápido. ¿Quién diseñó los ascesores de Barcelona? Me compadezco de esa persona: realmente es un inútil. Aunque creo que el negocio de los ascesores es lavado de dinero: algo tan mal hecho no puede haberse pensado con buenas intenciones... ¿Pensé eso? Necesito un descanso.
Al fin arribé. Me saco las sandalias antes de entrar a la mansión. No quiero despertar a los otros nobiliarios. Camino despacio, en puntas de pies. Cruzo varias puertas. Me tiento en una. No debo hacerlo, ¿cuántas veces tienen que decirte que no? Está bien, está bien. Quizás otro día me anime. Sigo, derrotada. Hoy (¿o ayer?) todo sale mal.
Veo desde el marco de la puerta mi catre. Me emociono hasta las lágrimas de su esplendor. Tengo que lavarme los dientes pero creo que no tengo fuerzas para sostener el cepillo en mis manos. Discuto unos segundos con mi responsabilidad y gracias a Dios, una vez más, la derroto. A dormir con dientes sucios. Qué placer que da ser rebelde a veces.
Me acomodo. El colchón chupa mis energías, lo dejo vencerme. Esto es una delicia. Un bostezo hace que me sonría. Tonto, no era necesario que aparezcas, ya estamos donde debemos estar. Otro bostezo... esto ya es un abuso. ¿Seré ciclotímica? Puede ser, pero después lo analizaré. Por ahí, hasta me dejo convencer de hacer terapia. Un amigo está haciendo buenos esfuerzos para conseguirlo.
Pienso en boberías cuando me asalta el sueño, o la ensoñación, porque no estoy del todo inconciente. Qué lindo es tocar la puerta para entrar en la inconciencia.
Tac-tac-tac-tac-tac-tac-tac-tac-tac!!!
Vigilia. Alerta. Desilusión. Ira. ¿¿Escuché un martillo??
Tac-tac-tac-tac-tac!!
Esto es el colmo. Otra mañana sin descansar. Voy a comer cereales mientras me siento a escribir frente al ordenador. Resignación, sí.


(Imagen: "Barcelona amanece" Ma. Belén Pérez Lamas)

jueves, 6 de septiembre de 2007

JACINTO

Tanto meditaba, Jacinto, frente a preguntas retóricas que olvidó el perfume de las orquídeas.
Buscaba un centro de gravedad en el vacío, mientras se preguntaba qué era lo que impedía que su cabeza estallara.
El momento de transición es peor que el desasosiego del instante más sórdido.
Entre el sufrir y la nada, Jacinto elegía sufrir: era ingenuo, pero no pedante.
Peinaba sus canas y sus manías rodeado de rostros que seguramente tendrían nombres y memorias.
Jacinto miraba sin ver, oía sin escuchar; vaya hastío, vaya rabia, vaya desilusión que causa ver el ocaso llegar.
"Me había olvidado de qué va la soledad".
Jacinto cumplía con su rutina impuesta, quién sabe por qué jerarca, probablemente por él mismo.
No pedía nada más que un dulce silencio, el mismo que hoy reprochaba.
A veces tan poco puede ser tanto.
Jacinto participaba de reuniones superficiales, sus huesos se astillaban, su dentadura postiza aumentaba en miembros y las cosas se volvían más y más borrosas, pero el tiempo apremia y quién pudiera sentarse a descansar.
Las contradicciones, las falacias y los desaciertos forman parte de nuestra esencia, aunque a veces sea injusto ser el que tiene que perder.
Vivir en Babel equivale a estar al día.
Vivir sin Nirvana es ser un ciudadano de hoy.
Nadar en mierda, bloquear la percepción, prescindir de la reflexión, anular la expresión.
¿Cuántos Jacintos quedan en la colectora?


(Imagen: Escultura "Viejo Sentado" Manuel Dominguez Guerra - www.guerrarte.com)