¿Y si, por ejemplo, cogiera con mi pulgar las migajas que sobraron?
¿Y si vivera de las sobras, de los restos que desprecian los satisfechos?
Soy conciente de quién es el inconciente: la inconciente soy yo, venga, pues.
Tengo derecho entonces a escupir verdades y falacias,
a fabricar cuentos y fantasías,
a fabricar cuentos y fantasías,
a gritarte desde el fondo del espejo.
"La pequeña es inconciente". Lo dije yo, y me definí.
Ahora cargo con las recetas de la locura,
con mis mútiples y complejas vacilaciones.
"La inconciente soy yo, la inconciente soy yo", repetí.
¿Y si en verdad te quisiera?
¿Y si al leerte fuera a tí a quién leo?
No. Punto y aparte. No existe. No es real. Tú lo creaste.
Me convenzo, algunos lunes lo hago.
Pero en testarudez nadie me empata,
y quiero ser inconciente si te encuentro en mi inconciencia.
Saboreo tu retórica, beso tus palmas, escucho tu respiración,
hablo con tus miedos, te deseo, me deseas.
Y zas. No existes. No eres real. Yo te he creado.
"La pequeña es inconciente".
Coño, prefiero el beneficio de la duda,
de preguntarme si es que vives en mis sueños
o si alguna vez tendré tu código postal.
Imagen por Agraya (agraya.blogspot.com)
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