martes, 15 de enero de 2008

EL BENEFICIO DE LA DUDA

¿Y si, por ejemplo, cogiera con mi pulgar las migajas que sobraron?
¿Y si vivera de las sobras, de los restos que desprecian los satisfechos?
Soy conciente de quién es el inconciente: la inconciente soy yo, venga, pues.
Tengo derecho entonces a escupir verdades y falacias,
a fabricar cuentos y fantasías,
a gritarte desde el fondo del espejo.
"La pequeña es inconciente". Lo dije yo, y me definí.
Ahora cargo con las recetas de la locura,
con mis mútiples y complejas vacilaciones.
"La inconciente soy yo, la inconciente soy yo", repetí.
¿Y si en verdad te quisiera?
¿Y si al leerte fuera a tí a quién leo?
No. Punto y aparte. No existe. No es real. Tú lo creaste.
Me convenzo, algunos lunes lo hago.
Pero en testarudez nadie me empata,
y quiero ser inconciente si te encuentro en mi inconciencia.
Saboreo tu retórica, beso tus palmas, escucho tu respiración,
hablo con tus miedos, te deseo, me deseas.
Y zas. No existes. No eres real. Yo te he creado.
"La pequeña es inconciente".
Coño, prefiero el beneficio de la duda,
de preguntarme si es que vives en mis sueños
o si alguna vez tendré tu código postal.
Imagen por Agraya (agraya.blogspot.com)

No hay comentarios:

Publicar un comentario