Presiento que continuar tachando palabras,
remendando oraciones,
no me será útil ésta vez.
Este boli y esta libreta que llevo en mis bolsillos
no tienen la suficiente autoridad como para incitarme,
"vamos, vamos, dilo, dilo".
Se han agotado mis fuerzas
y el hombre del saco tampoco me matará esta noche.
Paseo mis ojos por líneas repletas de carácteres,
supongo que palabras, supongo que historias.
No entiendo. No puedo leer.
Estas ficciones no logran alejarme de tanta ficción,
porque ficcional soy al sentarme en este espacio,
en este hueco, habiendo tanto destino por ahí esperando.
Quiero ser otro,
"vamos, vamos, hazlo, hazlo".
Un Buendía de Márquez, el Marlowe de Chandler,
la Alejandra de Sábato, hasta accedo a ser la Sonia de Dostoievski.
Y no. Soy yo, tan yo como siempre.
Mis libros me observan desde la repisa.
A sus miradas enjuiciadoras, les pido perdón.
Hoy no. Hoy soy yo, tan yo como siempre.
Bastante con eso, exceso de eso.
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