Decido dedicarlas a la reflexión.
Me relajo en alguna yerba, para apreciar lo inapreciable: la nada.
Mi razón tiene razones que rozan la irracionalidad.
Entiendo qué difícil es codearse con gente como uno,
pero no imagino otra forma de ver el mar que no sea a través de estos ojos.
Desde mi sitio pseudo-etnográfico, veo a los nadies convertirse en oligofrénicos,
en hormigas obreras,
en iones de un átomo.
¿Cuándo dejó de ser conmovedor el atardecer?
Pienso en anagramas y versos,
Cortázar me entendería en esta tarde apocalípitica.
Quiero estar lejos de esta bazofia,
basta de vientos de excrementos,
quiero ser guerrera antisiliconas.
Necios, ciegos, alienados, nada pueden sentir.
Puedo confesarte que me siento abatida por haberlo intentado.
¿Cuántas formas de vivir existen?
Juzgada por levantar mi bandera,
¿quién dijo que la pereza y la lujuria son pecados?
¡Es tan sabroso el placer de la voluntad!
Agoto mis energías en encontrar la manera de despertarlos.
Equivocada debo estar, al creer que tengo tanta razón.
¿Cuál será la frase mágica que los/nos devuelva a la simpleza?
Poeta, dame otra lágrima que estimule mi sensibilidad.
Aquí estoy, en las afueras, viendo el tiempo circular
(Imagen: Fotografía tomada por Mauro Borda)
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