Ahora ya no quiero decidir.
No es capricho, puedo confiarme, es esta puta manía de proyectar.
Ya no hay líneas que me instiguen,
la ciudad tristemente ha vuelto gris.
Ahora veo a la gente bloqueada, a los días bloqueados,
a las risas bloqueadas, a las poesías bloqueadas, a los excesos bloqueados.
No te veo.
Ahora pienso en no pensar y un anciano me dice que no es casual que llueva tanto en primavera.
¿Qué me digo? ¿Qué te digo? Si no te veo...
Esta ceguera se ha vuelto difícil y no tengo monedas para el pase del metro.
El pecho me pesa, el hambre me esquiva
pero algo me dice que soy igual a cualquier mortal.
Continua el dolor de cabeza, y me siento quejosa mientras alguien me regala una cosquilla.
Y es que no te veo, no te veo.
No es capricho, ya me convenzo, es esa puta sonrisa a la que me acostumbré.
Siempre hay alguien que te ofrece un chocolate
y te recuerda que los días siguen,
aunque quedé con la duda de si entendiste quién soy.
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