Puso la muerte su apuesta aquella noche
entre el polvo que sobraba de nunca limpiarnos la conciencia.
Sonrío la muerte, altanera, desmedida,
utilizando la misma retórica que escuché en tu tocadiscos.
Antes fuimos algo, antes había motivos de desprecio.
Ahora las luces de la noche cobran fuerza sobre mis iris,
puede que esté más sensitiva,
puede que esté más intuitiva.
Recuerdo los días en que anhelaba tu aroma
te quiero, me quiero, seamos, amemos.
Puso la muerte una puesta interesante
de lágrimas de almohada, la noche se acostumbra.
Hemos terminado. Hemos terminado.
De mi alma, de mi.
De mi divorcio con lo que alguna vez quise ser.
De respirar, del hoy.
No hay comentarios:
Publicar un comentario